Cómo mi trabajo colaborativo en una Unidad de Cuidados Paliativos, ha reconfirmado mi compromiso asumido hace 33 años, de desempeñarme como una terapeuta humanista. 

Tengo dos años de colaborar como arteterapeuta, en la “Unidad de Cuidados Paliativos Los Angeles”, ubicada en Desamparados de Alajuela.

Esta Unidad de Cuidados Paliativos tiene una hermosa e incansable historia de acompañamiento, a decenas de personas y a sus seres significativos, a lo largo de los últimos 25 años. Su misión ha sido pródiga, respetuosa, permanentemente generosa y solidaria.

El único “hospice” que ha habido en nuestro país, estuvo ubicado precisamente en esta Unidad de Cuidados Paliativos. Desafortunadamente, debió de ser cerrado debido a la falta de presupuesto para su mantenimiento.

Mi colaboración profesional en esta ONG, reconfirma mi compromiso de desempeñarme como una terapeuta humanista. Compromiso que asumí desde antes de finalizar mis estudios de Maestría en Arteterapia en los Estados Unidos (Norwich University, Vermont, EU - 1988).

¿Cómo se evidencia este compromiso?.

En:

•Mi actitud de comprensión empática hacia el/la participante en un proceso arteterapéutico;

•Mi respeto por sus valores culturales y por su libertad de expresión (¡incuestionable!);

•Mi acompañamiento (libre de interpretaciones, de asunciones, de mandatos) en ese camino tan personal y tan sagrado, de búsqueda de respuestas propias y únicas;

•Mi respeto absoluto por sus objetivos y expectativas respecto a su proceso arteterapéutico, pero ante todo, hacia su autodeterminación.

El trabajo en una Unidad de Cuidados Paliativos, interesantemente, me acerca a la vida, a la esperanza, a todo lo que hay de creativo y generativo en nosotras y nosotros. Sin duda, la muerte es presencia permanente, en una Unidad como estas. Pero eso precisamente, es lo que la hace tan verídica y congruentemente humana.